Tom Ford es uno de los diseñadores más importantes de la industria de la moda de las últimas dos décadas; para muchos un genio, para otros un hombre que abusa del cuerpo desnudo de la mujer para vender sus productos. Este hombre puede jactarse de haberle dado el último suspiro de vida a una de las casas de moda más conocidas y prestigiosas del mundo y que ahora le da trabajo a Alessandro Michele. Diseñar durante años 16 colecciones para dos marcas (Gucci y Yves Saint Laurent) de manera anual, hizo que decidiera crear su línea, y unos años después incursionar en el mundo del séptimo arte.

Cada proyecto que lleva acabo tiene su sello, algo que ya muy pocos artistas logran encontrar y defender. Y no sólo eso, también tiene un ojo para el marketing basado en la controversia (diseñó un collar en forma de falo y que muchos cristianos confundían con una cruz), así como líneas limpias (contrario a su publicidad) y modernas en todos sus diseños. Tan moderna es su visión para los negocios que una de sus últimas colecciones fue presentada por medio de un video, sin pasarela en vivo o eventos, sólo con Lady Gaga y un soundtrack de los 90.

Si bien la publicidad que ha planeado para las marcas, incluida la suya, es muy criticada, ha logrado su fin: vender. Es por ello que sus precios son altísimos, siendo un lujo tener incluso un perfume con su nombre. Botellas de fragancias entre los senos y piernas (una versión poco conocida la muestra entre el trasero de un hombre), desnudos frontales y hasta vellos púbicos con el logo de una marca (misma que estaba por morir) son algunos de los ejemplos que este diseñador ha plasmado en su piezas (insert porn joke here).

“Si quiero vender un perfume para hombre, lo pongo en un lugar donde él lo va a ver”, ha sido el argumento utilizado para justificar sus campañas, en las que muestra a las mujeres y hombres como objetos sexuales (ellas desnudas haciendo labores domésticas y a ellos siendo dominados por el sexo “débil”).

Este diseñador también ha incursionado en el cine, donde fue aclamado por toda la crítica con tan sólo una película (la segunda recién se ha estrenado y todos hablan de diversas nominaciones al Oscar). A single man (2009), con un estilo muy particular, nos hace pensar que estamos viendo un comercial de fragancia durante dos horas, pero con sentido. Ford describe esta faceta de cineasta como la más pura, artísticamente hablando, y que no busca vender todo lo que muestra en ella (aunque los vestido de Julianne Moore y los lentes y tuxedo de Colin Firth no eran de otra marca más que la de Tom).

En 1990, Tom Ford se trasladó de Estados Unidos a Milán para unirse a un, por aquel entonces, inestable Gucci. La emblemática firma de lujo, que en su día fue muy popular, había sufrido un notorio declive desde los años 80 y buscaba un verdadero giro de 180 grados.

Sus obras cinematográficas muestra un mundo por completo diferente al de las fotografías que publicitan sus perfumes, zapatos y carteras. Mientras la parte comercial de su cerebro crea imágenes llenas de lujuria, dominación y sexualidad (al punto de no poder colocarlos en espectaculares en la vía publica), la parte de su cerebro artística elabora películas llenas de angustia y dolor, sentimientos que la moda desconoce.

Una inspiración para muchas personas interesadas en la moda, en la publicidad y el éxito que ha tenido en todo lo que ha incursionado. Si bien a muchos no les gusta lo que hace, todo su trabajo ya está en los libros (o artículos online) para la eternidad.

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